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viernes, 21 de marzo de 2014

RELACIONES. ARTÍCULO MARZO DE MERCEDES NASARRE.

R   E   L   A   C   I   O   N   E   S





              ¿Cómo está tu disposición para encarar los asuntos pendientes? ¿Prefieres desentenderte de los problemas?

              Es evidente que todos estamos tentados de soslayar los conflictos y escapar de las dificultades.  Pero también es cierto que huir de los problemas y no asumir las responsabilidades puede generar un horizonte muy estrecho.

              En las relaciones con los otros se ponen en marcha nuestras potencialidades y nuestras dificultades, es más, sólo así se activan los problemas que existen dentro de nuestro psiquismo.  Por eso, muchas personas huyen de la interacción profunda, con el fin, inconsciente, de mantener la fantasía de que los problemas son provocados por otras personas.

               Las relaciones son simultáneamente una realización y una medida del estado interno.  Los conflictos que surgen en la interacción pueden ser un gran instrumento para el auto-conocimiento y la sanación.

              Si se sacrifica el contacto íntimo, muchos problemas internos no saldrán a la luz y el desarrollo pleno humano no se llevará a cabo.

              Paralelamente, las relaciones se sostienen, a largo plazo, solamente con base en la honestidad y la interioridad.  Sin una confrontación con uno mismo, no es posible darse cuenta de que la responsabilidad la tenemos todos.  La defensa de deshacerse continuamente de la culpa sólo elimina la posibilidad de llegar al núcleo de los conflictos.

              El juego de culpar a los otros es algo tan común que ni siquiera nos damos cuenta de ello.  Un grupo culpa a otro grupo, un país a otro, una persona a otra persona…

              Este “lanzamiento de culpas” que arroja agresión y miedo genera “veneno” en la misma medida que lo proyecta.  A veces, el otro se convierte en víctima silenciosa, sobre todo si tiene también problemas o conflictos sin resolver.  La victimización puede ser tan sutil que sólo con ayuda externa se puede tomar conciencia de ello.

              Una relación buena siempre está profundamente conectada con el desarrollo individual. En el momento en que se siente que una relación es contraria o irrelevante para el propio crecimiento personal, inevitablemente, esa relación se resentirá.

               El crecimiento humano es una realidad espiritual y siempre que haya fricciones en nuestras relaciones, significa que hay algo que debe ser atendido.

              ¿Te escuchas a ti mismo?  ¿Confías en lo que sientes profundamente?  ¿Cierras los ojos a la responsabilidad de tu propia vida?  ¿Tomas la iniciativa y pones orden y luz en tus relaciones, sabiendo que todos tenemos el mismo derecho a la felicidad?

              La autonomía personal no sólo debe ser compatible con tener vínculos, si no que se basa en ellos; de nada sirve esa habilidad para relacionarse superficialmente tan común en nuestros días.  Las buenas relaciones van de la mano del cultivo de la propia interioridad.



                       
                                                    Mercedes Nasarre Ramón.


                                                                 Psiquiatra

lunes, 10 de marzo de 2014

PIEZA DRAMÁTICA. RELATO DE MARIANO DE MEER

Galería de espejos. Antología de micro relatos (III)



PIEZA DRAMÁTICA

            Me habían contratado para asesinar con un arma de fuego al actor que ridiculizaba al ministro cada noche en el Teatro Principal. Curiosamente, cuando entraba por el recibidor, una muchacha se me acercó sollozando y me llevó adentro. Entramos en los camerinos y me descubrió el motivo de su desesperación. Desconsolada, me reconoció que temía por la vida de su novio, que había sido amenazado de muerte y que, sin embargo, se empeñaba en ignorar el peligro, actuando todas las noches desde el día del estreno. Su novio resultaba ser el protagonista de la pieza teatral, el sujeto al que yo debía eliminar aquella noche. No hubo manera de excusarme e ir a ocupar mi palco. La chica había visto que teníamos la misma altura y que desde la platea o los palcos nadie sospecharía nada. El maquillaje hacía imposible el reconocimiento a esa distancia y la voz que articulaba el polifacético intérprete de aquella bufonada variaba con cada representación.


            El arma tuve que esconderla debajo de las flores que habían enviado unas admiradoras del indignado actor y me hicieron sentar frente a un espejo y soportar una dura sesión de maquillaje. También tuve que entregar mi entrada de palco, que aprovecharía el malhumorado novio de la señorita. Ella se deshizo en agradecimientos, abrazos y besos tiernos y después se entregó en cuerpo y alma a convencer al acalorado intérprete al que yo le había robado su papel de que era la mejor solución.
            Me habían dado un papelito para que memorizara unas cuantas frases hirientes y de mal gusto. En la hoja no faltaban dos o tres chistes alusivos a la familia completa del señor ministro y no faltaban las referencias a la política local. No es que me dedicara a la profesión, pero si alguien hubiera podido decirme algo aquella noche me habría felicitado por mi desenvoltura, mi gracejo y mi fino humor. ¿Puedo confesar por qué nadie se acercó a felicitarme o a alabar mi papel en aquella obra satírica? Es muy sencillo: el hombre que me había contratado había sido muy precavido. Si yo le fallaba, tenía colocado a otro tirador en el palco opuesto. Ni siquiera me dejaron empezar el segundo acto.