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lunes, 10 de marzo de 2014

PIEZA DRAMÁTICA. RELATO DE MARIANO DE MEER

Galería de espejos. Antología de micro relatos (III)



PIEZA DRAMÁTICA

            Me habían contratado para asesinar con un arma de fuego al actor que ridiculizaba al ministro cada noche en el Teatro Principal. Curiosamente, cuando entraba por el recibidor, una muchacha se me acercó sollozando y me llevó adentro. Entramos en los camerinos y me descubrió el motivo de su desesperación. Desconsolada, me reconoció que temía por la vida de su novio, que había sido amenazado de muerte y que, sin embargo, se empeñaba en ignorar el peligro, actuando todas las noches desde el día del estreno. Su novio resultaba ser el protagonista de la pieza teatral, el sujeto al que yo debía eliminar aquella noche. No hubo manera de excusarme e ir a ocupar mi palco. La chica había visto que teníamos la misma altura y que desde la platea o los palcos nadie sospecharía nada. El maquillaje hacía imposible el reconocimiento a esa distancia y la voz que articulaba el polifacético intérprete de aquella bufonada variaba con cada representación.


            El arma tuve que esconderla debajo de las flores que habían enviado unas admiradoras del indignado actor y me hicieron sentar frente a un espejo y soportar una dura sesión de maquillaje. También tuve que entregar mi entrada de palco, que aprovecharía el malhumorado novio de la señorita. Ella se deshizo en agradecimientos, abrazos y besos tiernos y después se entregó en cuerpo y alma a convencer al acalorado intérprete al que yo le había robado su papel de que era la mejor solución.
            Me habían dado un papelito para que memorizara unas cuantas frases hirientes y de mal gusto. En la hoja no faltaban dos o tres chistes alusivos a la familia completa del señor ministro y no faltaban las referencias a la política local. No es que me dedicara a la profesión, pero si alguien hubiera podido decirme algo aquella noche me habría felicitado por mi desenvoltura, mi gracejo y mi fino humor. ¿Puedo confesar por qué nadie se acercó a felicitarme o a alabar mi papel en aquella obra satírica? Es muy sencillo: el hombre que me había contratado había sido muy precavido. Si yo le fallaba, tenía colocado a otro tirador en el palco opuesto. Ni siquiera me dejaron empezar el segundo acto.

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