HAPPY VALENTINE´S DAY
Un recorte de periódico traía la noticia. Una fotografía, un titular y no más de seis líneas. A dos semanas para la ceremonia de los Oscar, un desconocido disfrazado del personaje del Zorro había irrumpido en el Duquesa, había golpeado a una joven y asestado cuatro puñaladas a su acompañante. La chica llevaba un disfraz de Catwoman y él iba disfrazado de John Snow, uno de los principales personajes de la popular serie "Juego de Tronos”. Más tarde se descubrió que se trataba del auténtico actor que encarnaba a Snow. ¿Qué hacía en una pequeña ciudad española como Huesca la noche del catorce de febrero del presente año? ¿Y quién y por qué querían matarlo?
El actor llevaba meses en Sevilla, rodando la quinta temporada de la serie. Había aprendido algo de español y se había encaprichado de una de las chicas que participaban como extras en algunas de las escenas de la serie. La chica era una preciosidad y su forma de hablar había cautivado a la estrella televisiva. Una noche, entre copas, música de flamenco y palmas, la chica le había contado, medio en español, medio en inglés, que su única familia estaba en Huesca, a mil kilómetros de allí, y que nunca había tenido el valor de hacer ese viaje. Nunca habían aprobado la vida que ella llevaba en Sevilla y la habían apartado de su vida. La chica tenía una hermana a la que había estado muy unida siempre y ahora necesitaba verla.
No le costó al actor de la serie americana convencer al equipo de rodaje de que necesitaba unos días para desconectar del estrés de algunas escenas. Preparó un viaje romántico a la ciudad del norte en donde iba a formar parte de ese reencuentro familiar tan deseado. A ella no se lo dijo hasta el día de antes y su alegría fue el maravilloso aldabonazo al plan de San Valentín que había proyectado. Tenía los billetes de AVE, una reserva de hotel en el Sancho Abarca y una cena para dos en el Duquesa. La chica, cuando hizo la maleta, no olvidó que ese fin de semana era el de carnavales. Claro, él había pensado en todo. Cuántas veces le había hablado de cómo disfrutaba desde niña de esos carnavales en su ciudad. Había metido en la maleta un traje de carnaval, que conservaba de cuando se disfrazaba con su hermana. Era increíble que fuera a reencontrarse con ella, en su querida Huesca. Y todo gracias a ese actor tan guapo que la volvía loca y al que amaba con toda su alma.
En cuento el mundo del cine se enteró de la noticia, todos quisieron averiguar qué había ocurrido en aquel país y en aquella pequeña población aragonesa. Era la noche de san Valentín y habían asesinado a uno de los hombres más apuestos del panorama televisivo del momento. Estaba acompañado de una belleza española.
Mientras gran parte de los medios seguía los pasos del actor mediático y de la atractiva joven que había conocido en Sevilla, un grupo de amigos de la ciudad de Huesca cogió el otro cabo de esta enmarañada historia. Los amigos descubrieron la otra cara de la moneda y se la pasaron por what´s app a uno de ellos, periodista, que fue el que acabó redactando la noticia.
El que había apuñalado a sangre fría al extranjero era el primo de una amiga de uno de los del grupo de “Huescanos”. Por lo visto, era el marido de una encargada de la tienda de ropa “Pilar Prieto”. Esa noche, su mujer, a la que todos los miembros masculinos del grupo calificaban como espectacular, le había dicho que tenían un curso de escaparatistas en Zaragoza, y que no iba a llegar hasta el domingo por la noche a Huesca. El hombre había salido con sus amigos y, según otro miembro del grupo de Huescanos, se le había visto tomando una copa en el Da Vinci, una hora antes del incidente del Duquesa. Era la noche de san Valentín y había tenido que anular una reserva en el Lilas porque su mujer tenía un maldito cursillo. No tenía pinta de estar muy alegre, el hombre, había comentado el del grupo. El disfraz de Zorro, por cierto, se lo había pedido a uno de los del grupo de what´s app.
Fue por un mensaje de móvil a través de otro grupo como se enteró aquel marido solitario de lo del Duquesa. Llevaba un buen rato recibiendo imágenes de gente disfrazada en la ciudad. Estaba aburrido de ver tanta estupidez a su alrededor. Era sábado de carnaval y todo el mundo se había empeñado en hacerse el original. Las imágenes eran de la cabalgata o desfile o lo que fuera de carnaval, de las primeras horas de la tarde en las calles y las últimas horas en los bares y restaurantes. Muchas fotos de la ciudad pero ni un mensaje de su esposa. Entonces llegó aquella foto.
Mucho se habló de aquella imagen que le había llegado al marido por what´s app. En ella se veía a un tipo clavadito al de la serie “Game of Thrones” en actitud más que cariñosa con la mujer del desencajado marido. Estaban en el Duquesa y ella llevaba el disfraz de Catwoman que se había puesto los últimos carnavales, porque le recordaba los buenos momentos de un pasado que nunca se había atrevido a compartir con él. Su mujer le había pedido siempre que no le preguntara por aquello y él, como un auténtico idiota, había accedido a todos sus deseos. ¿Cómo era posible? Ese bar era el Duquesa, el marido no tenía ni un asomo de duda. Estaba aquí, en Huesca, con otro hombre. Antes de nada, aquel hombre disfrazado del Zorro llamó por teléfono a su esposa. No contestó nadie. Entonces, se levantó, pidió la cuenta a la camarera disfrazada de bolsa de palomitas y alargó el brazo detrás de la barra mientras le preparaban la cuenta. Nadie en el Da Vinci se percató de que había desparecido un cuchillo de cocina.
Horas después del suceso, la mujer, desconsolada, estaba siendo atendida por una ambulancia. No tenía ni idea de quién era aquel tipo ni por qué había atacado al actor. Era todo tan confuso que no había manera de poner orden. Para colmo, había tanta gente disfrazada que no había manera de que la policía o los servicios médicos fueran tomados en serio. Se descubrieron más de cinco falsos policías y enfermeros que, metidos en su papel, interrogaron y tomaron el pulso a la mujer hasta que fueron descubiertos. En la dislocada noche oscense solamente una aparición pudo deshacer el ruido, la confusión, el caos y el disparate. Se trataba de una mujer que vestía uniforme de la firma Pilar Prieto y cargaba unas cuantas bolsas de ropa. Esta mujer se había acercado hasta la camilla del interior de la ambulancia y había acercado su rostro hasta el de la pobre víctima del ataque. Los dos rostros eran idénticos.
La historia la terminó redactando uno de los periodistas locales, aficionado a la literatura y amigo también de gran parte del grupo de what´s app. Era el asunto típico de una novela bizantina. Se trataba de dos hermanas gemelas que habían vivido en Huesca con su familia hasta hacía unos diez años. Una de ellas se había marchado a la capital hispalense para trabajar en el mundo de la interpretación, en contra de los deseos de los padres, alejándose definitivamente de su querida hermana. La otra había continuado su vida en la ciudad de Huesca, había conocido a alguien y se había casado con él. La noche de San Valentín iba a ponerlas en contacto después de tantos años pero el azar había vuelto a interpretar el papel protagonista. El periodista terminaba su artículo con una pregunta que lanzaba a sus lectores. El Día de san Valentín había caído en el mismo sábado que lo había hecho el Día de Carnaval. ¿Cuándo tenía el destino planeada otra coincidencia fatal de fechas?