NOVEDAD! HUESCA YA ES PEATONAL
La leyenda de los adoquines
www.editorialpirineo.com
–¡Mamá, mamá, cuéntame la leyenda otra vez!
–dijo el niño adoquín a mamá adoquín.
–¡Otra vez! –le dijo mamá adoquín.
–Sí, síííí –dijo el niño adoquín.
–Pero cuando te la acabe de contar te irás a la cama –dijo
mamá adoquín.
–Valeeeee… mamá. Jo… siempre lo mismo… –dijo el
niño adoquín.
–Venga, pues siéntate.
–Espera que llamo a mis amigos –dijo el niño adoquín.
Así, en un corro, y a la luz de una preciosa farola se
sentaron, el niño adoquín, el niño mármol, la niña metal y la
niña madera.
Bueno, esta es una leyenda que se remonta a hace mucho,
mucho tiempo. Yo ya se la escuchaba a mi bisabuelo y este, a
su vez, decía que se la había oído contar a su abuela.
Hace miles, miles de años, nosotros, los adoquines, y vosotros
los mármoles, los metales y las maderas no vivíamos aquí.
Cuentan que vivíamos en otros lugares y que éramos felices, pero
un día, dice la leyenda, que vinieron los humanos, nos arrancaron
y separaron de nuestras familias, causándonos mucho dolor
y sufrimiento. También cuentan que nos llevaron a unas naves
llenas de maquinas enormes que nos cortaban, ocasionándonos
mucho dolor, hasta dejarnos como somos ahora. Después, nos
trajeron aquí y, más o menos, ya nos dejaron tranquilos.
Desde aquí, hemos visto como los humanos no solo están
preparados para causarnos dolor a nosotros; hemos visto que
entre ellos se ocasionan mucho más dolor. Hemos visto cómo
se insultan, cómo se pelean, cómo se matan e incluso cuentan,
aquí todavía no lo hemos visto, que en un país muy lejano nos
arrancaban y cogían, a los adoquines, y nos utilizaban como
armas para golpearse entre ellos. También hemos visto cosas
buenas: cómo los papás cuidan y aman a sus bebés, cómo los
jóvenes respetan y cuidan a sus mayores, incluso hay épocas
en las que son más educados y cuidadosos con todo y todos.
Pero nosotros, a pesar del dolor que nos produjeron al
alejarnos de nuestro país y separarnos de nuestras familias,
aprendimos a ser felices…
–Hasta que llegó la época más dolorosa de nuestra historia,
que la recordamos como la Edad de las Cacas y Meadas.
–Dijo mamá adoquín.
–¿Puedo ir hacer pipí? Dijo –la niña metal
–¡Hala no… espérate! –Dijo el niño mármol
Y mamá adoquín continuó con la historia.
De repente, parecía que los humanos se habían vuelto
locos y todavía peores personas, que querían hacernos aún
más daño y encima lentamente.
Un día aparecieron con otros seres más raros y horrorosos
que ellos. Eran más pequeños, algunos; otros eran enormes.
Todos tenían cuatros patas. Esos seres, a veces, se paraban y
levantaban una de sus cuatro patas, entonces aparecía como
un cañón que disparaba un líquido que nos producía mucho
dolor. Pero esto no es lo peor; otras veces se ponían en cuclillas
y por un agujero enorme, horroroso y feo disparaban una
masa más peligrosa y asquerosa que el líquido.
Más tarde nos dimos cuenta de que esos seres eran buenos,
generosos y nobles, pero algunos humanos, no todos, los
convertían en seres malos como ellos.
–¡Mamá adoquín! ¿Pero esto ahora no pasa? –Preguntó
la niña madera.
–Es verdad, hace mucho tiempo que no pasa. Los humanos
se dieron cuenta y dejaron de causarnos daño. No sabemos
muy bien si por nosotros, o porque ese mismo comportamiento
les causaba a ellos también dolor y enfermedades.
Papá madera, que es bueno, dice que lo hicieron por
nosotros. Papá metal dice que los humanos se olvidan
incluso de su propio sufrimiento, y cada cierto tiempo vuelven
a repetir su historia. Y si es así, ¿por qué a nosotros nos
van a dejar tranquilos?
Mamá mármol dice: recemos a Dios para que los humanos
no vuelvan a causarse más dolor entre ellos y tampoco
a nosotros.
–Y tú ¿qué dices? Preguntó la niña madera a mamá adoquín.
–Yo digo que los humanos son buenos, que han aprendido
de su pasado y que nunca volverán a hacerse daño entre
ellos, ni tampoco a nosotros.
Bien, bien, bien dijeron todos los niños al unísono.
Hala ahora a dormir.
Y la luz de la farola se apagó lentamente.
La leyenda de los adoquines
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–¡Mamá, mamá, cuéntame la leyenda otra vez!
–dijo el niño adoquín a mamá adoquín.
–¡Otra vez! –le dijo mamá adoquín.
–Sí, síííí –dijo el niño adoquín.
–Pero cuando te la acabe de contar te irás a la cama –dijo
mamá adoquín.
–Valeeeee… mamá. Jo… siempre lo mismo… –dijo el
niño adoquín.
–Venga, pues siéntate.
–Espera que llamo a mis amigos –dijo el niño adoquín.
Así, en un corro, y a la luz de una preciosa farola se
sentaron, el niño adoquín, el niño mármol, la niña metal y la
niña madera.
Bueno, esta es una leyenda que se remonta a hace mucho,
mucho tiempo. Yo ya se la escuchaba a mi bisabuelo y este, a
su vez, decía que se la había oído contar a su abuela.
Hace miles, miles de años, nosotros, los adoquines, y vosotros
los mármoles, los metales y las maderas no vivíamos aquí.
Cuentan que vivíamos en otros lugares y que éramos felices, pero
un día, dice la leyenda, que vinieron los humanos, nos arrancaron
y separaron de nuestras familias, causándonos mucho dolor
y sufrimiento. También cuentan que nos llevaron a unas naves
llenas de maquinas enormes que nos cortaban, ocasionándonos
mucho dolor, hasta dejarnos como somos ahora. Después, nos
trajeron aquí y, más o menos, ya nos dejaron tranquilos.
Desde aquí, hemos visto como los humanos no solo están
preparados para causarnos dolor a nosotros; hemos visto que
entre ellos se ocasionan mucho más dolor. Hemos visto cómo
se insultan, cómo se pelean, cómo se matan e incluso cuentan,
aquí todavía no lo hemos visto, que en un país muy lejano nos
arrancaban y cogían, a los adoquines, y nos utilizaban como
armas para golpearse entre ellos. También hemos visto cosas
buenas: cómo los papás cuidan y aman a sus bebés, cómo los
jóvenes respetan y cuidan a sus mayores, incluso hay épocas
en las que son más educados y cuidadosos con todo y todos.
Pero nosotros, a pesar del dolor que nos produjeron al
alejarnos de nuestro país y separarnos de nuestras familias,
aprendimos a ser felices…
–Hasta que llegó la época más dolorosa de nuestra historia,
que la recordamos como la Edad de las Cacas y Meadas.
–Dijo mamá adoquín.
–¿Puedo ir hacer pipí? Dijo –la niña metal
–¡Hala no… espérate! –Dijo el niño mármol
Y mamá adoquín continuó con la historia.
De repente, parecía que los humanos se habían vuelto
locos y todavía peores personas, que querían hacernos aún
más daño y encima lentamente.
Un día aparecieron con otros seres más raros y horrorosos
que ellos. Eran más pequeños, algunos; otros eran enormes.
Todos tenían cuatros patas. Esos seres, a veces, se paraban y
levantaban una de sus cuatro patas, entonces aparecía como
un cañón que disparaba un líquido que nos producía mucho
dolor. Pero esto no es lo peor; otras veces se ponían en cuclillas
y por un agujero enorme, horroroso y feo disparaban una
masa más peligrosa y asquerosa que el líquido.
Más tarde nos dimos cuenta de que esos seres eran buenos,
generosos y nobles, pero algunos humanos, no todos, los
convertían en seres malos como ellos.
–¡Mamá adoquín! ¿Pero esto ahora no pasa? –Preguntó
la niña madera.
–Es verdad, hace mucho tiempo que no pasa. Los humanos
se dieron cuenta y dejaron de causarnos daño. No sabemos
muy bien si por nosotros, o porque ese mismo comportamiento
les causaba a ellos también dolor y enfermedades.
Papá madera, que es bueno, dice que lo hicieron por
nosotros. Papá metal dice que los humanos se olvidan
incluso de su propio sufrimiento, y cada cierto tiempo vuelven
a repetir su historia. Y si es así, ¿por qué a nosotros nos
van a dejar tranquilos?
Mamá mármol dice: recemos a Dios para que los humanos
no vuelvan a causarse más dolor entre ellos y tampoco
a nosotros.
–Y tú ¿qué dices? Preguntó la niña madera a mamá adoquín.
–Yo digo que los humanos son buenos, que han aprendido
de su pasado y que nunca volverán a hacerse daño entre
ellos, ni tampoco a nosotros.
Bien, bien, bien dijeron todos los niños al unísono.
Hala ahora a dormir.
Y la luz de la farola se apagó lentamente.
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