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martes, 14 de noviembre de 2017

SUICIDIOS QUE NO FUERON SOLOS. MIGUEL ÁNGEL DE UÑA Y ARANCHA ORTIZ


Es este un período de atención excepcional sobre el suicidio, tanto en lo que se refiere a las cada vez más amplias ciencias de la conducta, como en los medios de comunicación. Congresos, tesis, libros de éxito, prácticamente cada día análisis en la prensa deseosa de enfrentarse al “último tabú”…hacen del suicidio un tema de moda, con aspectos positivos, se incrementan los medios de prevención, con otros negativos, por la morbosidad con la que algunos se aproximan al tema. El narcisismo y el exhibicionismo que propician las redes de comunicación social, la ruptura de cualquier privacidad, hace del suicidio, sobre todo de los intentos de suicidio, un desdichado lugar de curiosidad y de exposición, a veces hasta de ostentación, global.
La tentación, ya aristotélica, de fundir la creatividad con el trastorno emocional, ha provocado igualmente una cascada de estudios, muy parciales en muchos casos, sobre la incidencia del suicidio entre los creadores, realmente muy elevada en los dos últimos siglos, desde que el Romanticismo marcó de nuevo al creador artístico con un inequívoco signo saturniano en la mejor tradición clásica y humanista. Es también, como el del suicidio, un debate sin fin.  
El recorrido biográfico que hacemos de un conjunto de creadores que acabaron su vida “levantando la mano sobre sí mismos” como requiere Amery para hablar del suicidio, tiene la particularidad de colocarlos en un contexto, personal, familiar, social, porque todos ellos “no se fueron solos…”. De facto, porque lo hicieron con su pareja sentimental, porque ocuparon un lugar en una historia familiar o histórico-social, porque se constituyeron en el espejo para otros cercanos o porque fueron el maelstrom que engulló a otros, sacrificados en el altar de su genio. No son historias psicopatológicas al uso, simplemente esperamos que el lector saque conclusiones sobre las condiciones que les llevaron a tomar una decisión que tal vez pudo tener un diferente final, lejos del determinismo de hacer del genio una maldición.


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