Érase una vez un pueblo anclado a una enorme roca. La gigantesca piedra daba cobijo y protección a sus habitantes, quienes comenzaron a elevar en torno a ella, además de sus propias casas, imponentes castillos e infranqueables fortalezas. El peso de los años hizo que, poco a poco, muchas de estas colosales construcciones fueran viniéndose abajo. Aunque no todas lo hicieron. Todavía hoy, cuarenta escalones excavados en la piedra dan acceso a la única torre que ahora vigila Azlor. Un día los vecinos, admirados por la gran cantidad de restos arquitectónicos del lugar, empezaron a hacerse preguntas sobre su pasado y sintieron cada vez más curiosidad por estudiarlo. Buscaron en los libros, aportaron sus propios recuerdos y construyeron, entre todos, esta gigantesca atalaya de papel para que la ruina del tiempo no avanzara y terminara por destruir el tesoro más valioso de Azlor: la memoria colectiva. Estas páginas custodian una inmensa lección de sabiduría. Disfrútenla.
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