Nacer de nuevo
Todos
los años se repiten cosas parecidas en esta época del año. El tiempo navideño,
desde el día 22 de Diciembre hasta el día 6 de enero, es el más cargado de
tradiciones y rituales en buena parte de nuestro mundo.
En
Navidad, el sol alcanza su punto más bajo y la noche es más larga que nunca,
pero justo en ese punto más oscuro, ocurre la transformación. La luz vuelve a
desplegarse y vence a la oscuridad.
El
nivel histórico, el nivel mitológico y el nivel psicológico están ligados entre
sí. La historia nos la suministran los redactores de los evangelios, que
proyectaron sobre sus narraciones toda la impresión personal que el profeta de
Galilea les produjo. Pero no se trata sólo de recordar algo que ocurrió, cosa
que se olvida a menudo, sino de entender lo que subyace bajo estos símbolos.
Así, entramos en el nivel mitológico, en el que hay pautas arquetípicas que son
comunes a la humanidad desde hace siglos. Los mitos expresan algo oculto en la
psique humana y sólo ellos lo articulan, porque el mito nos habla del
desarrollo de lo eterno en el tiempo.
Este
tiempo, en realidad, es una invitación a nacer de nuevo. Navidad significa
nacimiento, acaba un año y empieza otro… Este nacimiento sólo es posible cuando
nos alejamos de la exterioridad y retornamos a lo más íntimo de nosotros. Al
lugar más oscuro y más secreto, allí donde está lo débil y a veces lo más roto.
Sin embargo, mientras el individuo está ocupado en la realización de su ego, no
ha llegado el tiempo de conocer la luz interior. Los cimientos han de ser
sacudidos y sólo entonces la mirada se hace más profunda y puede ir más allá de
las cosas.
Y
entramos en el nivel psicológico, la Navidad siempre nos remite a la familia y
a la infancia. Somos herederos de un cuerpo y de una historia emocional que nuestros
padres nos han trasmitido. Durante todo el proceso de la vida atravesamos
conflictos y dolores que son inherentes al hecho de madurar. Los hijos
idealizan a los padres y éstos a los hijos y todo ese asunto narcisista debe
disolverse para llegar al verdadero amor. Las heridas narcisistas duelen, nos
decepcionan muchas cosas, es más, las heridas íntimas son las principales
responsables de que haya hombres y mujeres moralmente hundidos. Unos se
protegen con la crispación, otros se ocultan bajo una máscara opaca. Algunos
están paralizados y otros, como dice una canción, se vuelven malos. No hay
nadie sin cicatrices y marcas de la vida.
La
posibilidad de nacer de nuevo ocurre
exactamente en ese lugar de las heridas, allí está la puerta para encontrarse con
el yo más auténtico. En medio de nuestra debilidad podemos dejar que el amor
actúe y nazca en nosotros. No olvidemos que, pese a lo imposible, el dios
cristiano es el dios de la debilidad y de la esperanza.
Mercedes Nasarre. Psiquiatra