“PESADILLA ANTES DE
NAVIDAD”
Se acercan las navidades
y encorvado sobre un libro
de cuentas y entre albaranes
José Luis lanza un suspiro.
¿Qué ocurre? –pregunta Maite–
Dime, para que a las cinco
Y cuarto de un simple martes
Tengas el semblante frío,
Te hayas quitado los guantes
El casco y otros avíos
De la bicicleta y, antes
De que entre al Coso el gentío
Te hayas sentado delante
Del ordenador, del libro
Y de la lista de autores,
Novelas y otros artículos
De la editorial. ¿Qué pasa?
Maite se da ahora un respiro
Y se dice algo a sí misma
En francés, que es más tranquilo,
Y le pregunta al marido
En alemán de Baviera
Que le explique el desatino
Que a ella le tiene intrigada
Y a toda la calle en vilo.
José Luis se asoma entonces
Al Coso y mira a un grupito
Que se acerca timorato
Al portal del edificio
Sobre el que hay un garabato
Que dice: “hasta aquí se vino
La editorial Pirineo.
El camino no fue largo
Pero al menos fue camino.
Cruzó la calle un buen día,
Dijo adiós a sus vecinos
Y se plantó en esta acera
Para común regocijo.
Nunca antes cambiar de acera
Sentó tan bien al bolsillo”.
José Luis despacha a todos
Y a Maite dice al oído
Que estas Navidades locas
Los autores se han perdido.
Él pensaba congregarlos
Y comer y beber vino
Pero se ha ido todo al traste
o, mejor, al quinto pino.
Adell firmó ayer
contrato
Con la
Comarca , en plan Bilbo,
Y señaliza senderos
Con las frases de su libro
Del Grial, siguiendo el rastro
Del santo Cáliz divino.
Celedonio se ha
quedado
Más solo que un villancico
en la procesión de Ramos,
y de pronto algo le ha dado
y sin más ha decidido
echarse al monte él solito
y asaltar a los incautos
y a aquellos desprevenidos
para contarles historias
de bandoleros y pueblos
olvidados y perdidos.
Pidió ayuda a un tal Laglera,
Ya lo conoces, ¡qué tío!
Tan pronto despuebla uno
Como veintitantos sitios.
Y allí están los dos, ausentes,
Recorriendo los caminos.
Mientras aquellos no escriben
Ni firman sus otros libros
Las telarañas inundan
este mísero edificio.
Ni con lo que sabe Maite,
–Los idiomas que ha aprendido
En estos años darían,
Sin exagerar lo digo,
para montarse una ONU
En su propio saloncito–
Ni con lo que ella conoce
De la editorial, insisto,
Podría darle un consuelo
A José Luis que, abatido
Revuelve con los papeles
Su miserable destino.
-La editorial se nos pierde
y no hay bruja ni hay hechizo,
no hay psiquiatra ni poeta
que nos salve del olvido.
–Es el fin. ¿Pero y Gardeta,
Y de Meer y tantos tipos
Que funcionan en las ferias
Y hacen un papel muy digno
Vendiéndote camisetas
O contándoles el libro
Al público de la calle?
–Calla, Maite, que te explico,
Gardeta ya solo escribe
Frases junto a logotipos
Que estampa en sus camisetas
Y vende a precio de libro
En el puesto justo enfrente
De la editorial. ¡Vendido!
Y de Meer, otro traidor,
Que se quedó en los Estados
Que de juntos van Unidos
Y firmó por una empresa
Que traduce lo que ha escrito
A la lengua japonesa
Con caracteres cirílicos.
Si antes no se le entendía
Ahora, Maite, no te digo.
Así que esto se nos hunde
Y el agua inunda el navío
o aguantamos en el barco
o cierro ya el chiringuito.
En ese mismo momento
En el Coso se oye un ruido.
Adell se acerca llevando
Una botella de vino
Mientras Gardeta se fuma
Un cubano y un pitillo.
Cristian lleva varias copas
-en la mano- he de decirlo
y José Luis se despierta
del mal sueño que ha tenido
y Maite prepara un hueco
entre tantísimo libro
para brindar estas fiestas
porque se cumpla otro ciclo
como el que ya he terminado
y que traiga tantos títulos,
ferias y presentaciones
y algún que otro numerito.
Sigue rumbo a su destino
su tripulación de autores
un año más… bebe vino
a la salud del vecino.
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