Que del otro lado del Cinturón de Piedra aparecieran aquellos pequeños pero robustos hombres, ceñudos, hirsutos y de lengua incomprensible ya supuso una conmoción para los pueblos de occidente que jamás habían atravesado al otro lado y que ni siquiera sabían que fuera posible hacerlo. Pero que aquellos hombres se correspondieran con tanta exactitud con los enanos que aparecían en las antiguas leyendas, con esos diestros en la forja duendes de la niebla o nibelungos causó un trastorno aún mayor. En Nura muchos ciudadanos seguían sin creer en su existencia: los enanos existían tanto como el dragón que mató aquel gran guerrero llamado Sih-fritt hacía tanto tiempo que no existía el número para contarlo.
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