¿DESDE DÓNDE
NOS CONTAMOS LO
QUE OCURRE?
La vida
humana es siempre una interpretación de sí misma. Esto quiere decir que una cosa es lo que
ocurre y otra, como nos contamos lo que ocurre y lo que nos pasa. De ahí que podamos decir que vemos la
realidad que somos y no la que es. Es
más, creamos una realidad.
En el mundo
animal, existe el lenguaje factual que no añade nada, sólo señala, define, pero
está conectado directamente a lo que ocurre.
En el lenguaje humano surge la narración, es decir, algo que se
estructura con un inicio, un desarrollo y un final. Este es el principal aspecto de la modalidad
de la experiencia humana. La conciencia
no es instantánea, como en el animal, sino que es algo estable, con unicidad y
continuidad. Cómo nos contamos dicha
experiencia, tiene que ver con la organización de la identidad misma.
Nacemos con
la capacidad de experimentar emociones y desde que estamos en el mundo, estamos
con otros seres humanos. Por eso, la
identidad viene marcada por las emociones dominantes durante el curso de la
maduración. No olvidemos que la
identidad no es una entidad en sí misma, es un proceso, mejor dicho, es una
manera de procesar el conocimiento.
La vinculación humana, que empieza en
las etapas más tempranas de la vida, condiciona el desarrollo mismo de la
identidad personal. Los vínculos
familiares y el entorno, funcionan como un espejo. Nos construimos una imagen de nosotros mismos
a través de cómo nos sentimos tratados.
Posteriormente, además, pertenecemos a otros grupos humanos y cada grupo
tiene sus narraciones, sus argumentos y sus cuentos.
Por tanto,
vivimos, sin darnos cuenta, en una doble dimensión de la experiencia. En primer lugar, ese conocimiento tácito, que
no requiere lenguaje y que es el conocimiento que dan las sensaciones, las
emociones y los aspectos corporales. Es
la vivencia, el sentirse vivir. Algo que
nos ocurre, como respirar. No en vano,
en los caminos espirituales, cuando se hace silencio interior, se prioriza el
volver a lo más inmediato, al cuerpo, a la respiración, fuera de la narrativa
mental que, habitualmente , está llena de trampas.
La segunda
dimensión, que es la narración, no es otra cosa que la explicación de la
experiencia inmediata que hemos tenido.
Por eso, todas las teorías, ideologías, creencias etc. tienen su
fundamento en la emocionalidad, querámoslo o no.
En general,
todos nos contamos (o no nos contamos) las cosas de la misma manera para
preservar nuestra identidad personal, eso es inevitable y es lo humano. Pero hay algo muy interesante desde el punto
de vista terapéutico y es que, si cambiamos la forma de narrarnos nuestra vida,
cambiamos nuestra experiencia.
Es por eso
que en los caminos espirituales se trasciende la identidad personal. A través del silenciamiento del propio yo y a
través de una entrega amorosa en el vínculo divino, se atraviesan los límites
del yo para llegar a ese espacio donde habita la Paz y el Amor. Desde allí, siempre es posible darse cuenta
de los engaños y trampas que nuestra mente ha producido y produce
continuamente.
Tener salud
mental es tener lucidez, pero sin la paz, no se puede razonar libremente. En todos los ámbitos de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario