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martes, 17 de diciembre de 2013

¡SORPRENDENTE RELATO DE MARIANO DE MEER!

¿A quién no le han molestado alguna vez los ruidos y el escándalo que viene de la calle?



AQUÍ NO HAY QUIEN PUEDA DESCANSAR

            -No lo soporto más. Voy a salir y soltarles cuatro verdades a esos niñatos.
            -Cálmate, querido. No harás ninguna tontería. Será mejor que te tranquilices.
            -¿Es que no se marcharán nunca?
            -Convendría que tuvieras paciencia. No podemos hacer nada.

            Hablaban los dos susurrando, como llevaban haciendo desde que se mudaron a aquella zona de la ciudad. El hombre no se lo podía creer. ¿Cómo era posible que un barrio tan tranquilo como este permitiera semejante atropello? Aquellos adolescentes habían convertido el vecindario en una sala de fiestas y no tenían ningún derecho. Al menos ellos, pensaba él mientras su mujer trataba de serenarlo, vivían en una zona más apartada, en mejores condiciones que los de la zona este. Esos sí que no tenían espacio. Allí los pisos eran muy pequeños y las condiciones miserables. Sin embargo, en la zona este tenían las mismas zonas verdes y disfrutaban de los mismos espacios de jardín. Y ahora les estaban ocupando esos maravillosos exteriores una bandada de aves de rapiña que destrozaban el césped, machacaban a todo el mundo con su música y molestaban a todos con sus gritos y carcajadas fabricadas con alcohol.

Mariano de Meer firmando ejemplares de su último libro "Historias de humo", en la presentación de Huesca.
            Para él siempre había sido difícil aceptar su cambio de residencia. Ella ya llevaba allí una temporada y supo esperar con paciencia hasta que él estuvo listo. La mujer, cuando lo vio aparecer hacía una semana, creía que nada iba a empañar su felicidad. No obstante, su marido comenzó a comportarse de un modo extraño. No hacía más que quejarse, lamentarse de estar allí, pagarla con su hogar y con los cambios. Ponerse a gritar como un histérico y emprenderla contra esos alegres aunque  bulliciosos jovencitos fue la manera de dejar bien claro que no estaba a gusto allí, con ella. Era su forma de rebelarse contra su situación. La mujer no entendía cómo se podía ser tan cabezota. A ella no le costó tanto cuando se mudó, tiempo atrás. También era verdad que entonces ninguna pandilla de maleducados se había atrevido a pisar su cuidado jardín para llenar de gritos y calimocho los alrededores de sus viviendas. Pero a los adolescentes no les quedaba ningún parque, ninguna urbanización, ningún solar o descampado en toda la ciudad para pasárselo bien sin tener que pagar una millonada por cada copa. Por eso habían elegido hacer el botellón delante de sus mismas narices y por eso su marido estaba hecho una furia.

            -Mira, cariño, ya no aguanto más. Voy a salir para hablar con ellos. No voy a montar ningún número. Solamente quiero invitarles amablemente a que se marchen.
            -Haz el favor de dejarlo ya, cielo. Sabes que no puedes hacer eso. Será mejor que te olvides de ello y tengamos la fiesta en paz.
            -¿Cómo puedes estar tan tranquila? ¿Es que nadie en este maldito lugar va a atreverse a hablar con unos cuantos adolescentes?
           
            La mujer lo mira con dulzura pero su gesto no disimula cierta dureza. Él no ha dejado de notar esa intención y espera que ella conteste con sinceridad. Las palabras de su esposa caerán como una losa sobre su lecho. No es la primera vez que las escucha ni será la última, porque tampoco esta noche está preparado para aceptar la verdad.
            -Nadie va a hacer nada porque todos nuestros vecinos, tú y yo y todos los que residimos en este barrio estamos muertos. A ver si se te mete ya en la cabeza. Este es el cementerio de la ciudad y llevas aquí los días suficientes como para que te hagas a la idea.
            Afuera, entre la música ensordecedora y las voces de los más gallitos, una chica asustadiza ha creído oír unas voces junto a los nichos del sector 6. Sus amigas estallan en un ataque de risa y su novio se tapa la cabeza con su cazadora, aúlla con voz ahuecada y da vueltas alrededor de la muchacha, derramando por completo su cubata. La chica daría lo que fuera por no estar allí, en ese espantoso lugar. Pueden reírse y burlarse todo lo que quieran, pero ella está convencida de que ha oído a alguien que se quejaba de que no le dejasen descansar y también tiene muy claro que no van a traerla otra vez allí. Allí no vuelve ni muerta.
Mariano de Meer, acompañado de Fernando de Meer Y Victor Susín, presentó su libro "Historias de humo"  en el Centro Cultural de Ibercaja de Huesca.

Más relatos de Mariano de Meer:
http://historiaspormarianodemeer.blogspot.com.es/


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